SISTEMA DEFENSIVO

 

Las atalayas o torres de vigilancia fueron construidas en puntos estratégicos, permitiendo así la rápida comunicación e información desde lugares alejados con la fortaleza de Alcaudete. 
Desde cada una de estas atalayas se divisaban varias de la misma línea defensiva, por lo que la perdida de alguna de ellas no inutilizaba el sistema de aviso, ya que la más cercana daba la señal de alarma y la que había sido conquistada servía como indicación de dónde se estaba produciendo la entrada de las tropas enemigas. 


Las atalayas tenían una guardia permanente de dos o tres hombres. Los avisos se daban, si era de noche, mediante fuegos que se encendían en la zona aterrazada de la torre y, si era de día, mediante humo. 


Alcaudete fue un punto crucial para las expediciones bélicas, ya que una de las principales vías de penetración en el reino nazarita, e inversamente en el valle del Guadalquivir, dominado por los cristianos, era el que partiendo de 
Córdoba y a través del río Guadajoz y el San Juan, conducía hasta Alcaudete y desde aquí, tras atravesar Castillo de Locubín y Alcalá la Real, y siguiendo el cauce del río Velillos, llegaba a la vega granadina. 


En la zona del río San Juan quedan las siguientes atalayas : Torre de los Ajos, Torre de la Harina, Torre del Molino del Moro, Torre de Caniles (todas declaradas B.I.C.) y Torre Blanca. 
En la zona del río Víboras sólo queda la del Cortijo de la Torre, además de la base de Torre Cubillo y noticias de la existencia y derribo de una en la zona de Cardera. 

 


Así mismo quedan restos de lo que fue la Torre Maestra. La importancia de esta torre era a causa de que servía de nexo de unión entre las cuencas de ambos ríos y de éstas con la villa y fortaleza de Alcaudete. 
La validez de las atalayas no se limitó a la guerra entre musulmanes y cristianos, sino que se extendió a las disputas y guerras dinásticas y las luchas entre los mismos nobles castellano-andaluces.